Rompamos un mito explicándolo. Dicen por ahí que El Papa es una carta de crisis, que nos pone en jaque, que nos desestabiliza. Sin embargo cuando miramos la escena, vemos la figura del Sumo Pontífice haciendo descender la bendición sobre quienes parecen elevar una oración. Entonces, ¿dónde está la crisis?
¿Cuándo pedimos consejo, ayuda, guía? Cuando no sabemos qué camino tomar, qué dirección seguir. Cuando no comprendemos el significado de lo que sucede. Cuando algo se siente más grande que nosotros y no sabemos si tendremos los recursos para enfrentarlo. Entonces elevamos la mirada hacia el cielo, pedimos que lo trascendente intervenga de alguna forma.
¿Y cuándo damos consejo a otros? Cuando sentimos que lo que el otro está experimentando es algo que nosotros comprendemos, que hemos transitado, experimentando, aprendido. Entonces ofrecemos nuestra guía, nuestro conocimiento, mostramos un camino.
He aquí una carta que habla de MAESTROS y DISCÍPULOS. De sabiduría, de conocimiento, de comprensión profunda. Y sobre todo, de SIGNIFICADO. ¿Podemos ser humildes al solicitar consejo a alguien más experimentado? ¿Podemos abrirnos a escuchar ese saber? ¿Podemos ofrecer nuestra comprensión sin imponerla? ¿Respetar que la experiencia personal solo sirve de guía para que otro pueda hacer su propio camino? SI UNO ENSEÑA, DOS APRENDEN.
El Papa es la carta número 5: aquello que va más allá de la estabilidad, seguridad, certeza y concretud del 4 (recordemos la solidez de las 4 patas de una mesa). ¿Cómo ir más allá de la materialidad? ¿Cómo caminar el sendero que nos lleva, más allá de nuestro cuerpo, hacia el alma? Lo importante de esta carta, no es poner el acento en la crisis, sino en la BÚSQUEDA DE LO TRASCENDENTE que se despierta cuando comprendemos que la vida es un viaje en busca del SENTIDO.