El Ermitaño anuncia el tiempo de la REVISIÓN. Porque a veces necesitamos retirarnos del mundanal ruido y mirar para atrás, para adentro. La soledad es necesaria para el aprendizaje interior. La lámpara busca la iluminación de la CONCIENCIA.
¿Cómo pensaba las cosas antes? ¿Cómo las sentía? ¿Cómo las vivía? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Quién era yo? ¿Qué hice? ¿Qué decisiones tomé? ¿Qué consecuencias tuvieron mis actos? ¿De qué tuve que hacerme cargo? Desandar los propios pasos, revisarnos, hacer una introspección, quizás un proceso de terapia, una búsqueda de claridad y comprensión, incluso un proceso espiritual. Para eso sirve la lámpara.
El camino hacia la superación requiere paciencia y prudencia. El Ermitaño camina solo y despacio, ensimismado, como si estuviera preparando su retorno al mundo. Si hemos sido insensatos, temerarios, descuidados, negligentes, hacer un examen de conciencia, repasar, reconsiderar, hacer un re-conocimiento, se hace indispensable.
La toma de conciencia debe contribuir a lo esencial de quienes somos, para que avancemos con otra seguridad. Para eso sirve el bastón, para pisar en en firme. La experiencia y sobre todo, la revisión de la experiencia, nos hace más sabios. Así aprendemos la importancia de reflexionar, reservarnos la opinión, retener la reacción impulsiva. “Dame un tiempo para pensarlo”. “Lo voy a meditar con la almohada”. “Necesito un espacio en soledad”. “Dejame estudiarlo un poco”. Son buenas respuestas para evitar precipitarnos, para reparar nuestras acciones disparatadas, para adquirir una nueva sensatez.
“El tirón del alma” es una instancia Ermitaño. Cuando hemos estado tan enfocados hacia el exterior, sin prestar atención adentro, nos olvidamos de nuestro ser esencial. Entonces el alma nos llama, como si nos tironeara la ropa: “no te olvides de mi”.